Los apretados infiernos by Asdrubal Flores

Los apretados infiernos by Asdrubal Flores

autor:Asdrubal Flores [Flores, Asdrubal]
La lengua: eng
Format: epub
Tags: novela mexicana, Siglo XXI
editor: Universidad Veracruzana
publicado: 2015-11-05T06:00:00+00:00


Parte VIII. El Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México

Aeroflot anuncia la llegada de su vuelo nov ecientos setenta y ocho procedente de Mosco via. Los pasajeros serán recibidos en la sala F.

Skleranikov, que desde hace una hora se ha presentado en la zona de llegadas del Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México, brinca como un resorte al escuchar el anuncio, se lleva las manos a los ojos, tallándoselos con fuerza como quien intenta despertar, infructuosamente, de un sueño profundo, y enderezando su gran estatura encamina sus pasos hacia la susodicha sala.

Han pasado dos años desde que él mismo, S., llegó a México y desde entonces no ha vuelto a pisar la central aérea. En ese momento se siente levemente aturdido: dos años son demasiados… o demasiado poco. Muchos para el amor, pocos para la costumbre.

Tras casi una hora de espera ante la puerta F, Evgueni, casi sumergido en el tumulto de esperantes y suspirantes que por allí se aglomera, comienza a escuchar algunas palabras en cirílico proferidas por alguien que sale de la sala F: la tripulación del Tupolev. Los pilotos bromean entre sí sobre algo picante, cochambroso, seguros de que su incomprensible idioma les asegura el resguardo y la impunidad perfectos. Las azafatas, formando un apretado y rubio pelotón, los siguen tres pasos atrás, muy serias y notoriamente agotadas. Después principian a emerger varios pasajeros y, por sus fachas, uno se percata de que el vuelo ha sido todo lo fatigoso que suele ser.

Skleranikov recuerda su propia llegada al país: el avión iniciando su último viraje, los millones de luces invadiendo todo el espacio que podía divisarse desde la ventanilla. Más adelante, el arribo a casa de Igor, las primeras palabras cruzadas con Olga, su largo y arrugado esmoquin colgado del protuberante clavo que sobresalía de la pared, la neblina ocre rojiza que rodeaba la ventana por la que se asomaba al Nuevo Mundo. El concepto evanescente del exilio.

Ania ya debe tener casi ocho años; Serguei, cinco.

El sueldo que pagaba la Filarmónica donde ahora trabajaba era ciertamente mayor que todo lo que podía haber conseguido en Estonia hacía dos años, pero bastante menor que lo que se necesitaba para rentar un departamento decente, vivir un poco la vida y reunir el dinero necesario para comprar los boletos de Ania, Serguei y Amaria, a fin de cumplir con el pacto de Bakú.

Dos son los que luchan, dos son los que se joden, dos los que even tualmente triunfan.

Y entonces, con una naturalidad avasalladora vinieron los “huesos”, el compás a tanto, las actuaciones en restaurantes, hoteles, fiestas y fiestecitas privadas, bodas e, inclusive, en una ocasión, de última hora, la mascarada siniestra de tener que enfundarse en un milimétrico traje de charro para llevarle serenata a la novia de alguien, asunto particularmente enfadoso porque el traje de charro era chico, monstruosamente chico y no alcanzaba a cubrir sus tobillos flacos y blancuzcos ni permitía la flexibilidad necesaria del brazo para blandir el arco con donaire y seguridad.



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